domingo, 16 de octubre de 2011

A TU SALUD RUCALES!

Hoy hace un año aproximado, es posible que me equivoque ya que nunca he sido muy bueno para los funerales; que nos dejó una persona muy importante para mi y para mucha gente. Mi Güelin del alma, Luis "Rucales". Hace un año que la enfermedad que había devastado sus riñones amenazaba con concederle una nada deseable agonía, hasta que el azar le regaló una muerte inesperada y dulce.

A dia de hoy cuando pienso en mi abuelo; en mis dos abuelos, no se porqué no debería incluir al padre de mi madre. Sólo siento orgullo. Quiero creer que viven todavía en mí, en mi forma de ver e interactuar con el mundo. De mi abuelo Tino tengo mis ideas, y de mi abuelo Luis su sinceridad y su pragmatismo.

No conocí a mi abuela Justa, y eso me perseguirá toda la vida; conocí a mi abuelo Tino pero no era un hombre fácil precisamente; le conocí mucho mejor tras su muerte; cuando heredé sus libros, su posesión más preciada. De él aprendí que ni dios ni amo ni patrón, y que algún día el hombre será amigo del hombre; ojala pudiera verme ahora.

De mi abuela Luz tengo sus recuerdos contaminados por la inocencia de la niñez. Recuerdo que un halo dorado la perseguia allá donde fuera, al punto que a veces costaba mirarla. El cáncer se la llevó, y yo no pude comprender por qué, no todavía.

Pero con mi abuelo Luis yo ya era un hombre consciente de mis facultades. Con él experimenté la mortalidad de primera mano, y fui consciente de que mi propio padre y yo algún día también; ibamos a ocupar un nicho. Y de que amigos, familiares y enemigos se pasearían por encima de mí para llorar, escupir o reír; lo que más les venga en gana. Era mi mejor amigo, mi ejemplo y mi razón de crecer; era un referente de que si tratas a los demás como te gustaría que ellos te trataran a tí, la gente responde y el mundo es un lugar menos nauseabundo. Era el ejemplo viviente de que nunca debes contentarte con nada menos que la prefección, y de que si quieres un buen trabajo has de hacerlo tu mismo.

Cuando recuerdo a mi Güelo, recuerdo aquellas mañanas de Reyes en que nos fabricaba los mejores juguetes con las cajas de los carisimos regalos que ignorabamos. De aquellas manos salían barcos, metralletas y casas. Aquellas manos eran mágicas.

Siento orgullo por mi abuelo porque al irse, prescincimos de Funeral. Él habia sido toda su vida un Ateo convencido, pero respetuoso con las creencias de otros. Por las escasas veinticuatro horas de su velatorio pasaron más de cuatrocientas personas a presentar sus respetos. Recuerdo que el mejor momento fue cuando del velatorio de al lado vinieron a regañarnos que oían risas de dentro del nuestro.

Todos reíamos al recordarlo, reíamos porque le queríamos. Recordabamos sus anécdotas y sus manías. Recordabamos sus buenas maneras, y su odiosa manía de escuchar antes de hablar.

Aquello no era un mar de lágrimas por haberlo perdido, sino una celebración de la vida; por haberlo conocido.

Hoy ha pasado un año desde que nos dejó. Y me siento más solo que en los últimos nueve meses juntos.

2 comentarios:

  1. Precioso, Pablo.
    Me gustaría que algún día alguien dijera cosas parecidas a las que plasmas aquí.
    Debió ser un gran hombre tu güelo.
    Enhorabuena por haber conocido a un hombre así.

    ResponderEliminar
  2. Grandeeeee Pablon, todo el mundo que lo ha conocido lo echa de menos!, eso seguro.

    ResponderEliminar